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Sesión capitular de elecciones: prior provincial, definidores, consejeros, delegados al Capítulo General…

2 de julio de 2021
Crónica del viernes 2 de julio de 2021

 

  La Misa del Espíritu Santo abrió nuestra jornada, presidida por el decano (89 años) de nuestra asamblea capitular, fray Jesús Espeja. Admirable lucidez y sorprendente memoria las suyas. Ya la misma reunión del Capítulo es una obra del Espíritu Santo, dijo: no sólo somos llamados, sino también convocados. Comentó sobre todo la primera lectura: el “concilio de Jerusalén” relatado por los Hechos de los Apóstoles. Apoyándose en ese acontecimiento, destacó tres aspectos que el Capítulo debe impulsar: no dejarse atrapar por las estructuras, vivir en una búsqueda continua de la verdad (no creyéndonos poseedores de ella) y cuidar la comunión en medio de nuestra rica diversidad. Añadió algo fundamental: la esperanza teologal, no sólo para vivir de ella, sino para comunicarla a los demás. Subrayó, una vez más (lo repite con frecuencia), que esto es “para que vosotros lo hagáis”, puesto que él, por su edad, considera que ya no debe implicarse activamente en ello. Es reconfortante contemplar el estilo tan sabio como sencillo de su predicación, así como la serenidad y hondura de su modo de celebrar.

  El día ha estado centrado en las diversas elecciones que prescriben las constituciones. En primer lugar, la del prior provincial, y luego, las de definidores, consejeros, delegados al Capítulo General… Yo comentaba con otros frailes la complejidad de estas votaciones, pero, al mismo tiempo, la precisión con la que se garantiza la eficacia y la transparencia de estos actos, cuyo resultado es asegurar el buen funcionamiento de toda la estructura provincial, siempre dentro de un estilo democrático muy patente; y ya se sabe que la democracia propicia la libertad, pero entorpece la rapidez. Por otra parte, la seriedad de tales procedimientos no impide que los atraviese, de vez en cuando, alguna brisa fresca de humor.

  Tanto ayer como hoy, además de pedir por ellos en la eucaristía, festejamos en el comedor a sendos hermanos por su cumpleaños; sus nacimientos respectivos están muy alejados entre sí, pero fueron jaleados con el mismo entusiasmo por el resto de los frailes, porque, si la juventud es un grado, la senectud es un galardón.

  La tarde estuvo saturada de interminables sesiones de votos, intercaladas por pequeños intervalos de espera y acompañadas por un repique de campanas de la torre de la iglesia parroquial. No era que festejaran nuestro júbilo electoral, que a esas horas no lo era tanto, sino simplemente que estaban programadas para anunciar a los devotos del pueblo la hora de la misa vespertina o las vísperas de las monjas. Las nuestras fueron a la hora de siempre y nos permitieron un cierto relax espiritual. Además, a esas alturas del día estaba ya confirmado el nuevo provincial, que no era nuevo, sino ya bien conocido, fray Jesús Díaz Sariego, por el que intercedimos fraternalmente en esa hora vespertina. La predicación en esa última oración del día estuvo a cargo de fray Antonio Larios, granaíno él, que naturalmente se refirió a su paisano ancestral, fray Luis de Granada, del que contó una anécdota edificante. Esta se había producido cuando, en una ocasión, el famoso dominico andaluz, todavía joven, se encontró con san Juan de Ávila, el cual le había recomendado que predicase siempre de Cristo, y éste crucificado. El buen fraile lo puso en práctica en un sermón que predicó ante el Duque de Medina Sidonia, quien quedó tan prendado de aquella palabra y de su autor que se llevó a éste como predicador de su casa, reteniéndolo algunos años consigo. El clima relajante de las vísperas quedó enriquecido con una breve intervención de fray Jesús Espeja, que llamó la atención sobre algunos versículos de uno de los salmos recién cantados, muy idóneos para rematar el día tan fatigoso que acabábamos de concluir: “No tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar… El Señor de los ejércitos está con nosotros”.

Fray Emilio García Álvarez