Una iglesia inventariada como patrimonio arquitectónico moderno
9 de octubre de 2025
El pasado 6 de octubre, con la presencia de una treintena de arquitectos valencianos, se celebró la colocación de una placa a la entrada de la iglesia de Santo Domingo, en El Vedat de Torrent (Valencia).
Se trata de una construcción planificada y realizada en la segunda mitad de los años sesenta del pasado siglo. Gracias a la donación de un matrimonio vinculado a la Orden de Predicadores, María Llopis Marzo y Gregorio Lluch Gallent, pudo edificarse un convento destinado al Estudio General de Teología, que comenzó a funcionar en el otoño de 1964.
Por sus aulas han pasado centenares de alumnos, no solo de la Orden de Santo Domingo, sino también carmelitas, mercedarios, agustinos, jesuitas, pasionistas, miembros de otras congregaciones religiosas y alumnos seglares.
Pronto se convirtió en Instituto de Teología, agregado a la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, en Roma, y más tarde en Sección de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia.
Faltaba, sin embargo, en los comienzos, el edificio que constituye el corazón de todo centro teológico: la iglesia. Durante los primeros cinco años, el Salón de actos hizo las veces de templo, abierto a quienes deseaban participar en los actos litúrgicos.
En 1967, tras los estudios previos, se comenzó a construir la iglesia diseñada por los arquitectos Felipe Soler Sanz y el entonces joven y entusiasta Álvaro Gómez-Ferrer Bayo, quien ha sido protagonista en el acto del pasado lunes.
La obra realizada ha acogido a miles de personas a lo largo de los años y continúa viva, como en sus primeros tiempos.
Desde ahora, la iglesia figura inventariada dentro del Patrimonio Arquitectónico Moderno, gracias a la organización internacional Docomomo (Documentation and Conservation of Buildings, Sites and Neighbourhoods of the Modern Movement), fundada en 1990 con el objetivo de inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico moderno.
La iglesia fue bendecida por quien hoy es Siervo de Dios Marcelino Olaechea y Loizaga, arzobispo emérito de Valencia, el 31 de agosto de 1968.
