La Fundación San Martín de Porres reclama vivienda digna para todas las personas
11 de diciembre de 2025
Conversaciones de San Esteban 2025–2026. El Aula Magna de la Facultad de Teología de San Esteban acogió el martes una nueva sesión del ciclo, centrada en la conferencia «Personas sin hogar y dignidad humana», a cargo de Elena Gil Bartolomé, directora de programas de formación e inserción laboral de la Fundación San Martín de Porres (Madrid), una obra promovida por los dominicos y pionera en la atención a personas en situación de sinhogarismo.
Presentada por Enrique, antiguo trabajador del albergue, la ponente recordó sus comienzos profesionales junto a los dominicos Ramiro y Andrés en el albergue de San Martín de Porres, en el madrileño barrio de Carabanchel. Aquel espacio se convirtió, como subrayó, en una auténtica escuela de dignidad humana, donde aprendió que el amor se demuestra en el respeto cotidiano, la paciencia y la presencia fiel junto a las personas más vulnerables.
En el marco del 500.º aniversario del inicio de la docencia de fray Francisco de Vitoria en la Universidad de Salamanca, Gil retomó algunos de los ejes centrales de su pensamiento. Entre ellos destacó la igualdad radical de todas las personas, los derechos naturales que nadie puede arrebatar y la sociabilidad como rasgo constitutivo del ser humano, iluminados a la vez por reflexiones actuales de filósofos y teólogas como Judith Butler o María Zambrano.
La ponente subrayó que el derecho a la vivienda, recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución española, es una «llave» que abre muchos otros derechos. Una vivienda digna y adecuada, recordó, debe adaptarse a los ciclos vitales y permitir estudiar, trabajar, cuidar la salud, orar, descansar y mantener relaciones, porque sin un hogar se resquebraja la base misma de la dignidad humana.
Para hablar de sinhogarismo, Gil recogió la definición de FEANTSA, la federación europea de entidades que trabajan con personas sin hogar. No se trata solo de quienes duermen en la calle, sino también de quienes viven en albergues, recursos temporales o viviendas inadecuadas, hacinadas o sin condiciones mínimas, con familias viviendo en espacios muy reducidos, pasillos alquilados o sótanos sin baño ni cocina.
Apoyándose en los datos de la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística, la ponente mostró una preocupante crisis estructural de la vivienda. Señaló un aumento de más del 24 % de personas sin hogar respecto a 2012 y explicó que cada año vivido en la calle puede equivaler a entre 7 y 10 años de envejecimiento, con gran impacto en la salud física y mental, particularmente en el caso de las mujeres.
Esta situación, indicó, ya no afecta solo a los colectivos más vulnerables, sino también a amplias capas de las clases populares y medias: jóvenes que no pueden emanciparse, pensionistas que no pueden asumir subidas de alquiler o familias amenazadas por desahucios. Por ello reclamó incrementar el parque público de vivienda, hoy muy por debajo de la media europea, y apostar por modelos innovadores de acceso al hogar que respeten la autonomía integral de las personas.
La parte final de la ponencia se centró en el trabajo concreto de la Fundación San Martín de Porres, que ha pasado de una chabola y un pabellón masificado a un entramado de recursos diversos. Gil destacó los programas de albergue, mini-residencias y pisos integrados en comunidades de vecinos, así como los programas de formación e inserción que buscan acompañar procesos largos y personalizados hacia una vida autónoma y plenamente integrada en la comunidad.
Entre esas iniciativas, la ponente mencionó la empresa de inserción dedicada a encuadernación y restauración de libros, la decoración textil, otros trabajos de manipulado y los cursos de instalaciones fotovoltaicas con alta inserción laboral. También presentó las unidades distritales de colaboración en barrios de Madrid y los proyectos rurales en Caldas de Besaya y Montesclaros, donde la combinación de vivienda, naturaleza y trabajo favorece un enfoque holístico de la recuperación personal.
Gil recordó igualmente la atención específica a la salud mental a través de centros de día, equipos de apoyo comunitario y espacios cedidos por comunidades religiosas para actividades culturales y terapéuticas. Insistió en que cada persona tiene su ritmo, sus heridas y sus capacidades, y que el acompañamiento debe favorecer la construcción de un proyecto vital digno, sin imponer plazos cerrados ni respuestas uniformes.
Finalmente, subrayó la importancia de la incidencia política y el trabajo en redes como la Red Madrileña y la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión, desde las que se reclaman políticas sostenidas y financiación estable. «Las personas sin hogar no son un problema a gestionar, sino vecinos con nombre y rostro cuya dignidad nos implica a todos», afirmó, agradeciendo el compromiso de las familias dominicanas, voluntarios y entidades que sostienen este trabajo.
