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Predicar mediante la pintura: De fra Angelico a Kim en Joong

26 de noviembre de 2015 Felix Hernandez arte dominicos

En su charla, fr. Félix comenzó citando, a modo de introducción a René Huyghe, del Louvre, catedrático de psicología de las artes y conservador jefe del Louvre: “El arte y el hombre son indisociables. No hay arte sin hombre, pero quizá tampoco hombre sin arte. Pero con éste, el mundo, se hace más inteligible, más accesible y más familiar. Es el medio de un perpetuo intercambio con lo que nos rodea, una especie de respiración del alma, bastante parecida a la física, sin la que no puede pasar nuestro cuerpo. El ser aislado o la civilización que no llegan al arte están amenazados por una secreta asfixia espiritual, por una turbación moral”.

De modo que la creación artística es una tendencia innata de la especie humana; una clara necesidad de expresión que llega a ser instintiva. El arte expresa los aspectos más elevados del ser humano, la bondad, el amor, las fantasías y sueños de las personas, la búsqueda de Dios, la fraternidad y la construcción de la comunidad…; el arte denuncia igualmente las situaciones de sinsentido, injusticia y violencia; el valor de lo cotidiano, de lo que habitualmente no llama nuestra atención; orientándonos hacia un horizonte distinto, alimentando la esperanza de la humanidad. Por eso ha sido siempre muy importante para la Iglesia.

El arte ha ido evolucionando al igual que lo hacía el pensamiento y la autocomprensión la sociedad, llegando un momento, el siglo XIX, en que se creó un distanciamiento entre el artista y la Iglesia, reflejado en un arte religioso idealista, acaramelado, sin creatividad ni autenticidad cuando anteriormente la Iglesia había llegado a ser a ser la casa del arte.
Presentó a continuación los grandes pintores dominicos que tienen un puesto de honor en la historia del arte:

Fr. Bartolomeo della Porta, compañero y gran amigo de Rafael, más joven, que ejercieron mutuamente de maestro y discípulo aprendiendo uno del otro. Sería invitado por Francisco I para pintar sus palacios Al declinar la invitación, fue Leonardo da Vinci a ocupar su lugar. Sus pinturas, llenas de hermosura nos recuerdan las del propio Rafael. Se dice que éste terminó algunas que dejó sin acabar su maestro.

Fray Pedro Bedon, el “Padre Pintor” de la escuela quiteña, que que supo adaptar el mensaje de la predicación a la estética y sensibilidad de América. Sus cuadros de Quito y Santa Fe se pueden considerar los primeros frutos del arte indo-hispánico.. .

Fray Juan Bautista Maino, contemporáneo de Velázquez, que en pleno barroquismo supo aportar sencillez y orden Varias de sus obras están en el museo del Prado que le dedico una exposición monográfica que le proporcionó un reconocimiento entre los grandes de la pintura barroca.

Fra Angélico, perteneciente a la primera generación del cuatrocento italiano que Vasari describe como extraordinario artista, “predicador del pincel”, buen gobernante y amigo afectuoso. Tras presentar a grandes rasgos su obra y su técnica artística dedico un largo espacio de tiempo a explicar detalladamente la Anunciación de el Prado tanto en sus aspectos técnicos como simbólicos, dejando entrever el sentido de su predicación sobre el misterio de la Encarnación, un tema que articula doctrinalmente la teología de santo Tomás que representa la visión de la misericordia de Dios: En la expulsión del paraíso aparecen Adan y Eva con actitud de arrepentimiento y obediencia y el ángel, más que expulsarlos, parece estar acompañándolos...

Los primeros hombres aparecen vestidos con pieles, con una actitud de arrepentimiento y obediencia, Adán mira hacia el suelo, Eva sin embargo, fija sus ojos en la zona derecha del cuadro. Sin ninguna violencia, sobre ellos se representa al ángel que, más que expulsarlos, parece estar acompañándolos, guiándolos en su salida del Edén.
El resto de la escena se enmarca en un pórtico abierto compuesto por arcos de medio punto que se asientan sobre unas finas columnas de mármol blanco.

En el interior se aprecia que las bóvedas azules de arista están decoradas con un sinfín de estrellas doradas que nos remiten al ámbito celestial. Al fondo una estancia en perspectiva y en la fachada una cornisa y tres medallones, en el central se aprecia un relieve del Profeta Isaías.

Por último un detalle curioso, una golondrina que se representa contemplando toda la escena.

La decoración del escenario, el color, los detalles y su extremada estilización constituyen un marco refinado y elegante, que enfatiza la nobleza y divinidad del momento representado.

Este entorno arquitectónico, por último, se presenta desproporcionadamente pequeño en relación a las figuras de la Virgen y el Ángel pues la intención del mismo es únicamente la realización de una referencia espacial adecuada a la grandeza de la situación. La Virgen se muestra en una actitud que expresa cierto temor pero sobre todo obediencia Fruto de una profunda reflexión teológica, Fra Angelico presenta el acontecimiento de la anunciación como un diálogo entre Dios y la humanidad, como evidencian los colores empleados para el arcángel Gabriel y la Virgen María. El diálogo comienza con la negación del pecado original. Adán y Eva parecen estar físicamente presentes en el mismo jardín de la casa en la que se encuentra la virgen. Al abandonar el paraíso, la primera mujer parece estar mirando directamente a María “abogada nuestra”, tal como canta a diario la familia dominicana. Se representa así que la caída del ser humano no es definitiva, que el “no” no es la última palabra, que la “conversación” continúa por caminos de gracia y misericordia.
Tras explicar detalladamente otros simbolismos, como la oración, en concreto la contemplación, el lema dominicano “contemplata allis tradere” y las tres rosas a los pies, que simbolizan el rosario, quiso presentar importantes artistas dominicos de hoy que reclaman en el arte un medio auténtico de predicación con toda la autenticidad y creatividad del arte contemporáneo, una arte de hoy que presente adecuadamente al hombre de hoy la belleza de Dios:

Fabio Bodi, un laico dominico de Turín ilustrador, grabador y pintor con trabajos muy sencillos y simbólicos que invitan a la reflexión por su belleza. Sencillez, rostros expresivos, colores vivos y planos que no distraen al observador del mensaje central. En su obra encontramos una espiritualidad muy encarnada, sin excesivas referencias a otros mundos, encuadradas en paisajes naturales, en pueblos y ciudades, en entornos domésticos… se trata de una espiritualidad que se vive y se disfruta aquí y ahora.

Dana Benedicta, dominica polaca que reside en un convento de Noruega que considera su arte como una oración, un diálogo, un dar y recibir, exactamente el “contemplata alliis tradere” de la orden. Es igualmente un acto de autenticidad que hace suya la frase de San Agustín "La unidad es la forma de toda belleza". Ella quiere mostrar con sencillez la belleza misma de Dios.

Tras citar a otros dominicos artistas de la actualidad, se centró finalmente, por su importancia, en Kim en Joong, el magnífico artista contemporáneo vietnamita, afincado en Francia, pintor y vidrierista abstracto, conocido como el “pintor de la luz”. Su proceso ha sido contrario al habitual: no ha llegado a la mística desde la fe cristiana. Al revés, desde el misticismo taoísta ha llegado a la fe cristiana movido por el sentido de la cruz y del dolor, una dimensión profunda de la vida human que le faltaba.
Como fraile dominico, alentado por la propia orden y por diversos críticos de arte, continua pintando y conciliando sus dos vocaciones. Pronto se le empieza a conocer como el “pintor de blanco” o “pintor de la luz”.

Ha expuesto en infinidad de galerías por todo el mundo: Roma, París, Venecia, Bruselas, Viena, Bonn, Tokio, Seul, Chicago.

En 1989 comienza a pintar vidrieras. Actualmente son decenas los proyectos de creación de vidrieras que ha llevado a cabo en iglesias y catedrales de Francia (Evry, Bénodet, Chartres, Lyon, Brioude, Thann ...), pero también en el extranjero (Irlanda, Italia, Austria ...) Basta poner su nombre en Google para ver llenarse la pantalla de una enorme belleza, que invita meditar y disfrutar de la belleza. Para no distraer de la sola luz y belleza no ha querido poner título a ninguna de sus hermosas obras.

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